Hace no demasiado tiempo, en un mundo que aparentaba ser medianamente feliz, los padres, los educadores, los amigos…”vendían” la creencia, absolutamente convencidos, a sus hijos de los excelentes frutos del esfuerzo, del trabajo eterno en una sola empresa, de la estabilidad, de la fidelidad y sumisión al que te paga, de la ausencia de pensamiento crítico